Síndrome vacacional

 

 

Mañana, la mayoría de mis coetáneos despertarán resignados. Cuando los rayos del sol comiencen a violar cada imperfección de sus persianas el mundo se les vendrá encima al compás de un despertador de móvil. Pronto, tras mal decir todo lo maldecible se pondrán en pie como zombis a la llamada del temido y tirano día nº 1 de la semana.

 

Yo despertaré temprano, no más tarde de las 9:00 y saciado por la evidencia de estar en esta nueva página del calendario volveré a cerrar los ojos con una sonrisa de placer. Después, respiraré profundamente decidido a seguir durmiendo.

                                            

Sí, así es, mañana será lunes y enfundado en su traje gris comenzará a deslizar por su rampa mecánica a miles de personas para que atraviesen una nueva jornada laboral. Pero yo que siempre preferí las escaleras de servicio (silenciosas y casi desiertas) me quedaré en la cama – no se enfaden – saboreando la idea de que cierta empresa holandesa me estará pagando por ello.

 nueve

 

– escrito un domingo cualquiera –

 

 foto de eGo ¿Cómo no?