Primera parte

(Se alza el telón de un teatro antiguo. El público enmudece y la madera cruje mientras un hombre se abre paso entre las tablas. Despojado de su disfraz de actor y encarnándose a si mismo piensa en voz alta haciendo el ejercicio de intentar recordar la parte más importante de la obra como si nadie lo viera.)

 ……. al final no me queda más remedio que volverme palabra para así conocerme, debido a mi ceguera y a la distancia; me explico: aunque veo al mirar todo lo que hay a mi alrededor, mis ojos, irreversibles, no saben girar 180º y mirar hacia dentro y además ver; aunque nadie está más dentro de mi que yo, me siento muy lejos de mi mismo, tanto como una quimera, brillante pero inalcanzable. 

Me baño cada día en cientos de consejos que no consiguen mojarme y las palabras echas pensamiento acostumbran a divertirse con el juego macabro de soltar el cabo que me ata a buen puerto. Esas madrugadas la corriente me empuja al naufragio mientras duermo o al despertar perdido en mitad del océano. Desorientado y enfadado entonces, hiervo de impotencia, pero no por mucho tiempo pues en seguida se abre paso la luz por el horizonte, entonces caigo en la cuenta que pese a todo ¡Es tan bello el océano! 

Mis brazos y mis piernas se cruzan a menudo haciendo nudos en mi columna y enquistado en esa postura de defensa saboreo el temor inseguro que empaña con su vaho cada momento de esos en que todo parece perfecto, salvo yo, compendio de imperfecciones adquiridas de serie y otras a conciencia. De repente alguien sin llamar abre la puerta y me sorprende pensando que no obstante ¡Es tan bello lo imperfecto! 

Y cuando acelero el paso siempre me doy de bruces con la vida, descubriendo mientras froto mi nariz dolorido que cuanto más intento no ser yo más yo mismo me vuelvo. Yo, palabra tirana y omnipresente que aflora por todas partes del texto como una mala hierba inextinguible. Yo, plaga que empobreces mi cosecha. Te rociaré –amenazo- de tachones para acabar contigo. Yo siempre insatisfecho, Yo siempre incomprendido, Yo siempre maltratado, triste, aliviado, ganador, vencido, gilipollas vamos….y solo a veces                                    . 

Deseo a la vista de los hechos descubrir un elixir mágico que me permita en su ingesta rescribir mi vida y borrar todo lo superfluo de ella. Deseo construir un artilugio con el que imantar a las musas que casi siempre pasan de largo “las muy….” para que queden pegadas a mi ventana y anotar tranquilamente las verdades que susurran. Repeler con el mal aliento de los restos acumulados por mi cuarto de siglo las indiferencias forzadas, los chaparrones de tristeza que a menudo me empapan, pero sobre  todo al Yo, que ha suplantado un sitio que debe ocupar otra palabra y significante, engalanada para la ocasión, es decir, desnuda, descubriendo una inscripción en la carne – lo realmente importante –                                  . 

 (Y el actor disfrazado de actor que se encarna a si mismo  simulando recordar el texto saluda al publico flexionado su cuerpo hacia delante hasta 3 veces y se marcha a continuación mientras el telón desciende lentamente). Brota un solo aplauso, pero contagioso.                                             

FIN    

                                                                               nueve