Poema

Tú, que me envuelves entera

y que eres siempre blanco y ardiente,

tú, que sabes a caracol despierto

mientras acaricias mi lunar,

no te vayas todavía,

quiero vivir

en el cielo de nuestra risa,

quiero amanecer despintada para así

mirarte mejor.

 

 

Me gusta dormir junto al gramito de estilo

de tu cajón de noche,

y levantarme en silencio para que sigas durmiendo

aunque siempre te despiertas y me agarras.

Me gusta cuando callas

porque me besas y entonces eres más hombre

me gusta cuando no intentas ser genial

porque es entonces cuando lo eres,

me gusta tu perfección de fallos

porque en mi boca son de regaliz, y sin ellos

jamás te querría.

Te regalo mis pechos para que los guardes

en tu cajita de poemas

pero dame a cambio tu nariz.

Y aunque seguramente ya lo sabrás,

tan solo huelo a jazmín

cuando me baño en ti.

Tú, que me haces reir en el momento más inesperado,

que rocías mis pies con vino blanco

para que yo me hunda en tus noches de insomnio.

 

Me gusta pensar que jamás descubriremos quien rescató a quién

 

Tú…

Y tu barbilla en mi espalda

me mata

a cosquillas.

Intuyo que si jamás hablaste de mi belleza es

porque

seguramente ya lo sabrás:

lo más hermoso de mí

eres tú.

 

Luciérnaga

 

– Lucía en este renglón dejo impregnado mi aliento para que te ayude a levantar el vuelo de nuevo…-

nueve

foto de a14onymus

Caligrafía de luz (Eternidad)

Giraba el mundo como el engranaje de un viejo reloj circunscrito al interior de un viejo campanario. Tú introdujiste un barrote entre dos ruedas de su anciano mecanismo y éste se detuvo crujiendo estrepitosamente. 

Yo andaba buscando palabras con las que construir un puzzle sobre el holograma de una hoja de papel al tiempo que acometía el acto heroico que hoy por hoy supone quedarse un sábado por la noche velando el sueño de aquellos que no alcanzaron aún su primer lustro de existencia. 

Tú decidiste correr a encontrarte con mis historias, tal vez pensando que sería un acto memorable; al otro lado yo dudaba de que lo fuera pues sabía lo que encontrarías exactamente. Mientras, releía tus poemas y aprendía sobre la magia de las palabras y el pensamiento de los insectos. 

Tú paseaste tu mirada por mis borradores, yo imaginé en un segundo cual de tus cuadros colgaría de mi pared negra y gris estilo Hemingway con la fe de que adornara la desnutrida estancia, que regara los campos del País de Nunca Casual en los cuales andabas perdida mientras todo esto sucedía. 

Esquivé la CIÉNAGA y como si me hallara sumergido en mitad de una parada cardiorrespiratoria aguda, caminé hacia la LUZ rezando porque se hubiera estropeado el desfibrilador y nadie pudiera reanimarme ahora que me encontraba tan cerca de la otra boca del túnel. 

Deslizaste la mano por algunas paredes de mi escondite, yo espolvoree polvos de talco poniéndolo todo perdido para encontrar tu huella y tras vaciar varios botes di con ella, saqué un martillo, una alcayata y me puse manos a la obra. 

Un lapso de tiempo después descubrí sin asombro que mis dotes para el bricolaje habían quedado latentes en el saco de los genes recesivos, aún así colgué tu cuadro y entonces dejaron de importarme los detalles, me senté a observarlo, un eclipse tuvo lugar en mi pensamiento y desapareció todo lo que había más allá de su marco. 

   nueve

 

ETERNIDAD

 

 

Aprecia el sabor a vino que reprime el vinagre,

levanta la vista buscando nidos,

camina despacio bajo la lluvia,

saborea la dulzura del limón

en el hogar del fuego,

gana luz

bajo un rayo incesante,

sé único disfrutando

agua y barro

sin prisa ni destino,

empápate, abre tus poros, confúndete,

 

 

y que todo esto

se llame presente

 

durante un instante.

Lucía Boscá

 

 

A ESTAS ALTURAS DE LA VIDA




Que se crece por dentro, que lo sepa               
esta tarde de julio con sus pájaros                                                        Vértigo                 
y sus motocicletas alejándose                                                    
(siempre se alejan),
que se enteren los perros que se ladran
para decirse cosas
cuando el sol y las nubes pronuncian el silencio,
el pudor de los coches en los baches
a la hora de la siesta
(aire acondicionado
practicando el invierno en los salones.)
Desde un octavo piso
sigo siendo igual de alto que por dentro.
¿Para qué quiero yo subir a la azotea
si desde allí se ven más pequeñas las cosas?

José Alcaraz

foto de eGo

http://0egos0.deviantart.com/gallery/